lunes, 19 de febrero de 2007

Retro y cursi (y estupendo)

No era muy complicado ser cursi en los ochenta. Se puede compatibilizar perfectamente la coleta modelo surtidor envuelta en elástico rosa fosforito con la caída de párpados y la risa convulsa de los quince años. Que se lo digan a LovelyV. Que miren las fotos en los álbumes de mi madre. Los veranos en Francia donde las dos, una morena y una rubia, intentabámos inútilmente perder el tiempo. Fondos de armario con colores imposible, sombras de ojo beibiblú, pulseras negras de plástico de madonna. No era nada complicado.

La vida era así siempre en esos ochenta del final, pero en los veranos franceses las dos nos sumergíamos en un paréntesis de barcos a pedales y adolescentes que te metían mano en tres idiomas, bebiendo zumos primero, coca cola después y finalmente champán de melocotón. Agitábamos los brazos de pulseras negras bailando a las Bangles o INXS y hasta Etienne Daho.

La lucha diaria consistía en empujar el toque de queda de la medianoche, porque había fiesta, porque "es-que-jo-mami a los demás les dejan", porque jurábamos limpiar nuestro cuarto al día siguiente. A la mañana siguiente nos despertábamos todavía confusas por la hora que era, bajábamos a desayunar en la terraza (pain au chocolat para mí, extraños salados untables para Lovely) y veíamos pasar los barcos por el canal. Después montábamos en las bicis y nos íbamos a bañar, a perseguir adolescentes en tres idiomas o a comprar baguettes al camping. Y casi nunca ordenábamos la habitación.

La bicicleta de LovelyV era rosa. Cursi, retro y rosa, con cestita a juego y timbre. La mía era igual de cursi y de retro, pero en color amarillo apagado. Amábamos esas bicis, incluso entonces, cuando no teníamos ninguna perspectiva sobre el diseño nostálgico ni apreciábamos lo que significaba tener 15 años, la piel tostada en mate y una única obligación de aprobar Física en septiembre.

Esta mañana me he acordado de esos paréntesis franceses con LovelyV y no me ha hecho falta escuchar el True Blue de Madonna para volver al porche de madera que crujía bajo las bambas blancas, ni para saber que me encantaría volver a tener esa bici cursi de los ochenta. Seguro que le compraría una cesta como ésta.

1 comentario:

V dijo...

ROFL! Oh que de souvenirs!