jueves, 31 de mayo de 2007

Clienta electrónica

Es mi nuevo autoproclamado cargo. Compro por internet como si las tiendas del barrio no existieran. Como si lo hubieran hecho siete generaciones de mis antepasados. Como si fuera lo normal. Lo obvio.

Me he comprado mariposas de papel, mi vestido de novia, pantalones para Bruno pintados a mano por una madre de tres en Virginia del Norte, latas de mejillones, ilustraciones en tinta sobre páginas de novela negra, camisetas retromodernas y el 30% de los libros de la estantería.


Y ahora que una amiga va a tener una Sofía, la clienta electrónica que hay en mí acaba de hacerse con estos zapatos, que llevo meses mirando en la casa de Catarina M.. Ella los llama sapatinhos.

lunes, 28 de mayo de 2007

estoy en ello

estoy volviendo


despacito


sobre mis pasos...

domingo, 13 de mayo de 2007

Un poquito de boda en movimiento

Por ahora, nada de fotos, nada de imágenes de la novia, nada de cotilleo visual. Por ahora, un vídeo. Veis al inquieto niño pera llamando a su padre durante el cóctel de antes de la cena. De fondo, el lago. Me mola mi cámara que hace vídeo.

jueves, 10 de mayo de 2007

Lovely se casó


El coche de alquiler iba dando órdenes -gire a la izquierda dentro de un kilómetro dirección Berna- por la A5 que une Ginebra con La Neuveville. En el asiento trasero, mi sobrina M minúscula sugería una batería de juegos de viaje mientras Bruno aún canturreaba la última canción de la tarde (a la chichichichiiii uaua! a la uauauaua chichi!). Pablo miraba por la ventana. M minúscula elucubraba sobre cómo iba a ser la Gran Boda Suiza de Lovely con su germano prometido.

- ¿Y hace cuánto que os conocéis Lovely y tú?, preguntó M.
- Pues teníamos como 11 años, y ahora tenemos 33. Calcula.
- Nueve, catorce, quince...- M. susurraba y contaba con los dedos -¡Veintidós!-, anunció, triunfal.

Así que 22 años después de conocerla, ahí me tenías, agarrada a un volante japonés que me llevaba por caminos verdes a ver cómo se casaba nuestra Lovely, igual de rubia que siempre, igual de contenta que el primer día que empezó su historia con el chico moreno internetero, igual de apacible y segura.

Miren, irse de viaje con un niño de dos años irascible y encantador a partes exactamente iguales es una lotería, y a nosotros nos tocó línea, bingo y el combo. Ahorro detalles sobre la extenuación máxima, las locuras de los aviones que no llegan, la impaciencia, y os cuento que el sitio donde Lovely y M. se casaron es un pueblo de cuento, con su lago, su ambiente medieval y su canesú (verde). La noche antes de la boda nos invitaron a una raclette en una bodega del año pum donde daban ganas de ponerse un traje corte imperio y un cucurucho con ribete de tul en la cabeza. Por lo menos a mí.

Al día siguiente, turismo bajo la lluvia en una ciudad donde lo mismo los lugareños hablan francés que alemán, porque esa parte de Suiza es así de desquiciada y polifacética. Morat es una ciudad amurallada pequeña y como de Erase Una Vez El Hombre, capítulo Guerras Católicas. Un paseo, comer salchicha y corriendo al hotel que la ceremonia empieza a las cinco en punto.

Ya vendrán las fotos, pero avanzo que los dos estaban guapísimos. Lovely llevaba un vestido corto a la rodilla, con escote en uve y dos colores (blanco y beige) que era discreto y chic, y que cumplía su función perfectamente porque cierro los ojos y no me puedo imaginar a Lovely casándose con otro traje que la definiera tan bien. La ceremonia transcurrió un poco lenta, porque Bruno tenía mucho interés en correr y gritar y moverse en dirección contraria a todas partes, y porque oficiaba una pastora alemana luterana que decía cosas incongruentes para los que no hablamos su idioma.

Yo miraba desde el tercer banco y la veía sentada de espaldas, con su vestido perfecto, su diadema escueta sobre la melenita corta y rubiafresa, y me emocionaba pero me decía no te emociones porque tú no eres de esas y las bodas te dan igual, pero no me da igual, joder, porque se casa enamorada hasta el final del canalillo, contenta y convencida, se casa con un tipo que la va a querer un montón y después de tanta correría y tanta alegría y tanto llorar por las esquinas por los furtivos chavales que se escaparon o dejamos escapar en todos los veranos en los que tuvimos quince años de edad mental, porque se casa en Suiza y tengo la suerte de verlo, porque la que se casa es Lovely, enhorabuena bonita.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Garganta y nariz


Estamos malos.