viernes, 5 de enero de 2007

Quiénes son esos

Trix teclea deprisa sobre nuestra conversación a cuatro bandas por mail. Kurt proporciona fotos de Paris para alimentar el debate, Dixie opina de vez en cuando, yo voy y vengo sobre los correos. El tema del minuto son las tetas de Paris. Pero Trix teclea deprisa y no para. Primero pregunta ¿qué tetas?, luego no dice nada y finalmente lo suelta: no tiene tiempo para nada, hay mucho que envolver, le abduce "el espíritu de los reyes magos" (sic), dice. Y se marcha.

Ese espíritu brilla por su ausencia en mi oficina, como en todas las oficinas del país, supongo. La idea mágica y sin ironía de que esta noche las casas se llenarán de presencias furtivas que traen regalos tiene que ser emocionante para montones de niños, y para los adultos que lo celebran. Yo no tengo ni una miga de ese espíritu. Nada. Cero. Me cuesta acordarme de la fecha, no te digo más.

Mi madre se esforzaba cuando éramos pequeñas para hacernos un regalo pequeño en Reyes, pese a los pantagruélicos excesos que depositaba Santa Claus al pie del árbol. Para el señor gordo con barba sí que se genera(ba) expectación, pero yo creo que ni de niñas flipábamos con esos tres tipos que dejaban cosas dentro de los zapatos y te amenazaban constantemente con ensuciarte de carbón la moqueta.

Para qué negarlo, mi visión de estas fechas está abducida por el angloespíritu. No soy la única. Anoche, una amiga me explicaba que "tenía que" ir a la cabalgata porque se había dado cuenta de que su hijo (4 años) "no sabe nada de estos hombres, no sabe siquiera que uno es colorado, otro blanco y otro negro (nuevamente, sic)". Cómo lo entiendo. Vamos a tener que ponernos las pilas con el espíritu de los Reyes que ha invadido a Trix para que Bruno sepa quienes son esos de la mirra, el oro y el pachuli.

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